1/16/2013

Resucitar en la pesadilla


- Hace cuatro meses. En esta misma casa, era una noche de luna nueva. Fuera caía una tormenta impresionante. Se había ido la luz y la casa estaba iluminada por el tenue brillo de unas velas. Yo estaba en este piso, el de abajo, sentada en este mismo sofá, mirando la tele. Reinaba el silencio en la casa, solo se oía ese leve zumbido, el de la radio. Hasta que oí un "clac" proveniente del piso de arriba. Subí esas escaleras con una vela en la mano. Y entonces, cuando ya estaba arriba, vi algo. Una silueta humana se acercaba por el pasillo, parecía que levitaba, no tocaba el suelo con los pies. Se iba acercando hacia mí, lentamente. Iba a retroceder, pero tenía la escalera detrás.
Hasta que me alcanzó, impactó contra mí, caímos rodando escaleras abajo. Quedé tumbada en el suelo sin poder moverme, él estaba encima de mí, no tenía escapatoria, pero aun así intenté levantarme, pero él se abalanzó contra mí y...
- ¡Ni se te ocurra Cleo! Ni se te ocurra contar que te besé.
Se hizo el silencio en la sala. Hasta que las cinco chicas y los cinco chicos menos el que acababan de hablar estallaron en carcajadas.
- ¡Javi tío! Besaste a tu hermana- dijo Pablo, un chico alto, rubio con los ojos de un color marrón intenso que parecía casi negro.
- Fue un accidente, es que el skate se me resbaló y me tiró hacia delante- dijo Javi.
- Ya, ya, pero te gustó- dijo Fer, un chico de estatura mediana, con los ojos de color azul mezclado con verde y el pelo castaño claro.
- Como digas que te gustó besar a mi novia te enteras- exclamó Marcos. Éste tenía el pelo de color azabache y los ojos marrones, había estado tumbado en el suelo pero se había levantado de golpe mirando a su amigo amenazadoramente.
- Pues claro que no me gustó, gilipollas, es mi hermana- dijo Javier mirando a Marcos antes de volverse hacia Fer- y tú, ¿qué sabrás de besar a chicas maricón?
- Oye tío no te pases- dijo Pablo defendiendo a su pareja.
- Si tío Javier, te has pasado- dijo Neila, una de las chicas que estaba sentada por el suelo.
- Oh, bueno, lo siento Fer- se disculpó Javier. El chico era un poco más alto que su hermana gemela Cleo. Los dos eran castaños con los ojos miel, y a diferencia de muchos hermanos, se llevaban muy bien entre ellos.
Nacho, el chico que aun no había hablado, se levantó y se dirigió a la nevera a por una Coca-Cola.
- Nacho, tráeme una a mí también- pidió Cleo.
- Si, y a mí una fanta de naranja que con la historia de miedo me he quedado con la garganta seca- dijo Daniela.
- Para mí una de limón. Y bueno Danie, miedo, eso que se le dice miedo no era, solo el principio, hasta que Javier se puso encima de Cleo- añadió la siguiente chica, Axia, aun riendo.
- Bueno, ¿alguien quiere algo más?- exclamó irónicamente el chico que esperaba en la nevera con las latas en la mano.
- Yo cari, tráeme un Trina.
- Ale, que morro tienes cariño.
- Bueno, pero yo te doy algo a cambio, no como esos.
- Uuuu, ¿y que es ese algo eh?- se burló Javier para devolverles la jugada.
- Anda cállate - le dijo Aleandra dándole un golpe en el hombro- y si tanto te interesa, a cambio le doy uno de esos que le diste a tu hermana- luego cuando Nacho trajo las bebidas y se sentó al lado de la chica, esta le dio un beso como recompensa antes de ganarse una mirada asesina de Javier.
- Oye chicos- exclamó Cleo- queréis una historia de miedo, pero miedo, miedo.
- Bueno, venga vale, pero que no sea otro final divertido que si no, no mola- dijo Marcos aunque no todos estuvieran de acuerdo.
- Pero no va a ser aquí verdad Cleo, que te conozco- le dijo su hermano.
- Claro que no Javi, nos vamos al cementerio, yo me pido un skate.
- Yo otro- dijo Marcos.
- Para mí una bici- siguió Axia
- Y yo la mía- dijo Javier.
- Pos yo otra- añadió Pablo.
- La que queda es mía- corrió a decir Aleandra.
- Yo quiero un skate- pidió Neila.
- Yo el restante- dijo Nacho
- Pos bueno Fer, nos han tocado los patinetes- se quejó Daniela.
- Hubierais pedido antes.
Los diez chicos de entre dieciséis y diecisiete años, cogieron sus transportes, cerraron la puerta de la casa y se dirigieron hacia el cementerio guiados por Cleo y Javi.

Habían ido a pasar la última semana de verano en el pueblo de los gemelos, tenían la casa para ellos solos, nadie que les vigilara, y así poder terminar bien las vacaciones.
Llegaron al cementerio en media hora, no estaba demasiado lejos, pero por el camino no había farolas ni nada que les iluminara y tuvieron que volver hacia atrás, cuando ya estaban a punto de salir del pueblo, a coger linternas.
Una vez en el cementerio, dejaron las bicis, los skates y los patinetes fuera de este y entre Cleo y Javier empujaron la puerta oxidada que chirrió fuertemente al abrirse. Entraron todos y lo primero que vieron fue cuatro bloques numerados de la A, a la D, dos a su derecha y dos a su izquierda, separados por un pasillo grande central por donde entraron. El cementerio era pequeño, los bloques de cada lado estaban, a su vez, estaban separados por uno central, en el cual había un terreno de arena con cruces clavadas en el suelo, con escrituras casi indescifrables por el paso de los años.
La mayor parte de la gente que había enterrada eran abuelos del pueblo, con las respectivas fotos y las fechas de nacimiento y muerte, gente que había vivido allí hacía muchos años, los más recientes gozaban de tumbas en los bloques o las paredes que delimitaban el cementerio, había gente que Cleo y Javier habían conocido durante los veranos de su infancia. Pero también tumbas de personas que ni sus abuelos habían conocido.
- Vamos a jugar a una cosa- propuso Cleo- haber quien encuentra el muerto más reciente.
- Bah, eso es fácil- dijo Marcos.
- ¿Pero nos tenemos que partir?- preguntó Daniela un poco asustada.
- Venga, yo voy contigo- le animo Neila.
Todos se dispersaron, Fer y Pablo se fueron juntos, Cleo con Marcos, Nacho con Aleandra, Neila con Daniela y Javi con Axia.
- Eh chicos mirad esto- gritó Javi haciendo que su voz resonara por todo el recinto. Al cabo de unos minutos estaban todos reunidos entorno una tumba que señalaba el chico. Axia empezó a leer lo que ponía.
- Mosén Mateo Ferreres Sanz, cura de esta parroquia, fue inmolado el 22 de Agosto de 1912 por ser sacerdote. Sus restos esperan aquí la resurrección.
- Por favor que alguien me diga que no estamos a 22 de agosto- suplicó Aleandra temblando.
- No quiero mentiros- empezó Daniela después de mirar su reloj- pero hoy hace cien años de esto. Yo me voy.- finalizó dirigiéndose al pasillo central que daba a la salida.
- Oye, no os caguéis ahora, que no hemos ni empezado- se quejó Marcos
- Lo siento chicos, pero yo me voy- dijo Aleandra- tengo mucho miedo.
- Venga cielo, yo te acompaño- le dijo su novio Nacho pasándole un brazo alrededor de la cintura.
- Yo, lo siento pero les tengo mucho respeto a los muertos- dijo Neila.
- Si, chicos, yo también- añadió Axia.
- Pues yo me quedo- exclamó Fer- les tengo más miedo a los vivos que a los muertos.
- En eso estoy muy de acuerdo contigo- le apoyó su novio Pablo.
- Vamos que al final solo nos quedamos Javier, los gays, cosa bastante fuerte, Cleo y yo- enumeró Marcos.
- Así es chicos, que os divirtáis, me gustaría quedarme pero Al está muy asustada y además no voy a dejar a las chicas solas- les dijo Nacho antes de salir del cementerio donde ya le estaban esperando.
- Ah por cierto chicos he ganado yo creo- dijo Pablo al cabo de un rato de silencio.- una chica, de nuestra edad, hace dos semanas
- Bueno ¿y qué hacemos aquí?- preguntó Marcos.
- Venid que os lo enseñaré- les dijo Cleo antes de encaminarse hacia el centro del cementerio.- esperad aquí un momento.
- Una cosa Cleo, tú tienes unas llaves y yo las otras, esos no podrán entrar en casa.- informó Javier.
- Bueno, pues, no sé.
- Da igual, quedaos vosotros, yo me voy con ellos a abrirles la puerta. Empezad sin mí, bueno, mejor me quedo allí, que esta Nacho solo con las chicas.
- No tendrás miedo verdad ¿hermanito?
- Sabes que no Cleo. Bueno, me voy.
- Te acompaño a la puerta- dijo esta.
La chica se dirigió a la entrada con su hermano.
- Vigila, ¿vale?- le dijo el chico cuando ya estaban en la puerta.
- No te preocupes Javi, no nos pasará nada.
El hermano se fue con su bicicleta, acto seguido la castaña entró en una pequeña cámara que había al lado de la entrada, dentro, estaba llena de flores podridas por el suelo y otros utensilios de jardinería. Luego volvió donde estaban los chicos.
- ¿Dónde has ido?- le preguntó Fer.
- Allí, ¿veis esa cámara?- dijo señalando de donde venía.- antes era el cuartel del vigilante, ahora no hay nada. Pero antes de eso, hace muchos años, existía una extraña enfermedad. Parecía que la persona estuviera muerta, así que la enterraban. Al cabo de unos días la persona despertaba de ese extraño trance y se encontraba que la habían enterrado viva. En esos tiempos todos pensaban que eran muertos vivientes, zombies. Para ahorrarse eso, crearon esas "habitaciones", están blindadas de una forma extraña, la puerta solo puede abrirse desde fuera cuando se cierra cae una especie de balde e impide que entre una sola gota de aire. Así se aseguraban de que quien estuviera allí estaba muerto de verdad, porque por mucho que se despertara, no tendría aire para respirar y moriría de verdad. Eso era mejor que por las noches alguien empezara a chillar dentro de un ataúd.
- Creo que no debería haber preguntado- se lamentó Fer.
- Pero bueno, hace tiempo descubrí que allí había escondido un tablón de Ouija y esperaba el mejor momento para poder cogerlo y probarlo. Y el momento ha llegado.


No les hizo falta esperar demasiado a obtener respuesta, se oyó un sonido extraño, como un golpe detrás de Pablo. Todos se giraron hacia donde se había oído y vieron que justo allí había la tumba del mosén Mateo. Se levantaron de golpe. Cleo fue la primera, había oído otro golpe, y otro, ahora en el otro lado.
Epezó a andar lentamente hacia la salida, pero un golpe en una de las tumbas que tenía delante la hizo retroceder, giró por el pasillo que le quedaba a su derecha, le pareció ver como un trozo de arena de las tumbas del suelo se movía, siguió andando, sentía detrás suyo la presencia de sus amigos, nadie había hablado, habían dejado el tablón de ouija en el centro del cementerio y seguían andando por el pasillo lleno de tumbas a ambos lados.
Cleo se topó con el final del pasillo delante las tumbas en las paredes del cementerio, la salida estaba girando hacia la izquierda así que cogió ese pasillo, al llegar a una de las esquinas del cementerio tuvo que volver a girar a su izquierda, allí había la tumba de la que había hablado su amigo antes, el más reciente. Las coronas de flores esparcidas por el suelo lo confirmaban.
No se paró a leer el nombre, ahora debía salir de allí. Los golpes aun se oían, ya más lejos. Hasta que vio a alguien. A unos cinco metros. Una chica de su misma edad, castaña.
- Blanca, ¿qué haces aquí a estas horas?- le preguntó Cleo al identificarla. Era una amiga suya. Que vivía en el pueblo, se conocían desde que eran pequeñas.
- Es peligroso esto Cleo, venid entrar aquí, no podéis salir, la puerta está atascada, pero estaremos seguros aquí- le susurró la muchacha.
Cleo le hizo caso y entró, sus amigos la siguieron.
Fue cuando entró dentro de la cámara y Marcos que era el último cerró la puerta, cuando se dio cuenta de que Blanca se había quedado fuera. Encendió su linterna y entonces un extraño frío le recorrió por dentro. Miró a su alrededor. Pablo, Fer y Marcos, se habían sentado en una de las paredes. Encima de un montón de flores podridas y marchitas, al lado de Pablo había una pala y mas allá unas tijeras de podar.
Oyó un grito fuera, mientras alguien golpeaba fuertemente la puerta. Se apoyó en ella y se sentó en el suelo sujetándola. Al cabo de un rato los golpes cesaron.
Marcos se sentó a su lado y ésta apoyó su cabeza en su hombro
- Estoy mareado- dijo Fer en voz baja.
- Yo también un poco- añadió Pablo en el mismo tono.


Mientras, en el pueblo, Javier había llegado y abierto la puerta de casa. En esos momentos estaban poniéndose los pijamas después de haber estado jugando a cartas.
- Cleo tiene llaves, ya volverán cuando quieran.- dijo Javier antes de acostarse en su cama la cual debía compartir con Marcos y Cleo.
Los otros ya estaban tumbados así que apagó las luces.
- Buenas noches, que durmáis bien.

El chico se despertó alarmado al oír unos fuertes golpes en la puerta del piso de abajo. Se levantó y vio que Marcos y Cleo no estaban allí, quizás estaban en el tejado mirando las estrellas, y vete a saber que hacían se dijo antes de bajar a abrir.
- ¿Muchacho están tus padres?- le dijo un policía acompañado del alcalde. Ya era casi de día y el cielo estaba teñido de rojo del amanecer.
- No señor, estoy con unos amigos.
- ¿Se encuentran todos sus amigos en casa?
El chico empezó a pensar, había pasado por la cama hinchable donde dormían Fer y Pablo y allí no había nadie. Y quizás Cleo y Marcos no estaban en el tejado.
- Creo que faltan tres chicos y mi hermana. ¿Han cometido alguna imprudencia?- preguntó el joven temiendo por lo que pudieran haber causado esos cuatro.
Un largo silencio se produjo, ni tan solo se escuchaba el piar de los pajaritos. Hasta que el alcalde habló.
- Se los ha encontrado muertos en el cementerio, encerrados en la cámara blindada. Se han quedado sin aire. La cámara aun que hace años que no se usa, aun conservaba las propiedades herméticas.
El chico solo asintió reprimiendo las lágrimas. Se hizo paso entre el policía y el alcalde, cogió su bicicleta y empezó a pedalear tan rápido como pudo.
Llegó al cementerio, allí había una ambulancia y un coche de policía. Entró en el cementerio pasando por debajo de la cinta. Oyó como alguien le gritaba que no podía entrar pero le hizo caso omiso y siguió hasta pararse en el centro del cementerio. Todo estaba igual que lo había dejado la noche anterior. No había pasado nada.
Aun había las velas por el suelo, pero el tablón de ouija había volado unos metros hasta situarse delante de una tumba en concreto.
Se secó las lágrimas y leyó lo que había escrito.

«Mosén Mateo Ferreres Sanz, cura de esta parroquia, fue inmolado el 22 de Agosto de 1912 por ser sacerdote. Sus restos esperan aquí la resurrección.»


Aina