Era
negra noche, las calles vacías de gente, tan solo un hombre con la mirada
perdida en medio de las siniestras casas. Andaba sin saber donde iba, con la
cabeza gacha adentrándose en sus pensamientos.
Llegó al
portal de su casa, pero se lo pasó de largo, no era ese el destino que le
emparaba esa fría noche. De repente un coche con las luces encendidas pasó por
su lado sobresaltándolo. El hombre siguió andando hasta a las afueras del
pueblo. Diez minutos más tarde, llegaba a su destino; el cementerio.
Abrió
lentamente la puerta que chirrió a su paso, entró. El aire era frío y húmedo,
típico de invierno, el silencio reinaba allí, solo se podían oír las ranas del
río que pasaba cerca y el agua siseando.
Se fue deslizando
ente nichos y lápidas hasta llegar a su destino.
Las
flores de años anteriores, permanecían marchitas y esparcidas por el suelo. La
figura de un ángel, que tiempo atrás había sido muy bello, ahora, lleno de
polvo y suciedad, daba lástima de mirarlo, le faltaban dos dedos de la mano, la
nariz y parte de una ala.
Se sentó
en el frío y duro suelo del cementerio y se puso a contemplar. Al cabo de unos
minutos adentrado en sus pensamientos se dio cuenta de una cosa. Una Rosa
blanca permanecía quieta en el medio del nicho. Una rosa blanca que dejó él
hacía años, recordaba que la gente se había quejado de que era de plástico,
pero no les hizo caso. Él lo quería así, esa rosa blanca nunca moriría. Al
igual que su esposa, él nunca lo aceptaría.
ohhhh que precios !! en comparacio la meva es horrorosa...
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