2/29/2012

La Rosa Blanca


Era negra noche, las calles vacías de gente, tan solo un hombre con la mirada perdida en medio de las siniestras casas. Andaba sin saber donde iba, con la cabeza gacha adentrándose en sus pensamientos.

Llegó al portal de su casa, pero se lo pasó de largo, no era ese el destino que le emparaba esa fría noche. De repente un coche con las luces encendidas pasó por su lado sobresaltándolo. El hombre siguió andando hasta a las afueras del pueblo. Diez minutos más tarde, llegaba a su destino; el cementerio.

Abrió lentamente la puerta que chirrió a su paso, entró. El aire era frío y húmedo, típico de invierno, el silencio reinaba allí, solo se podían oír las ranas del río que pasaba cerca y el agua siseando.

Se fue deslizando ente nichos y lápidas hasta llegar a su destino.

Las flores de años anteriores, permanecían marchitas y esparcidas por el suelo. La figura de un ángel, que tiempo atrás había sido muy bello, ahora, lleno de polvo y suciedad, daba lástima de mirarlo, le faltaban dos dedos de la mano, la nariz y parte de una ala.

Se sentó en el frío y duro suelo del cementerio y se puso a contemplar. Al cabo de unos minutos adentrado en sus pensamientos se dio cuenta de una cosa. Una Rosa blanca permanecía quieta en el medio del nicho. Una rosa blanca que dejó él hacía años, recordaba que la gente se había quejado de que era de plástico, pero no les hizo caso. Él lo quería así, esa rosa blanca nunca moriría. Al igual que su esposa, él nunca lo aceptaría.

Aina




By: Eva Sotillos

Mal de amor


Volvía a ser un día oscuro en casa la señora Rosalía, es mi vecina desde hace ya muchos años, antes de que yo naciera. En la escalera siempre habíamos dicho que estaba loca, que se había vuelto cuando a su marido murió, ya hacía muchos años. 


Se paseaba siempre de arriba a bajo,subiendo y bajando las escaleras del edificio, sin rumbo, con una bata larga hasta los pies y unas alpargatas viejas que nunca se quitaba. Se habían amado mucho ella y su marido, porque según lo que mi madre me ha contado les costó muchos esfuerzos estar juntos. Ella era una chica joven de clase alta y él sólo un obrero de la fabrica; les bastó solo verse una sola vez para quedar enamorados, pero claro, ella era de buena clase y él un pobre a no poder más y eso significaba amor imposible.

El marido murió a los pocos años de casados, creo que cuando yo sólo tenía cinco años, pero me acuerdo muy bien de él, era un hombre muy bueno. Siempre que me veía me daba aquellos caramelos de limón que no he vuelto a probar nunca y me contaba historias que le habían contado a él cuando era pequeño.

Tenía un montón de problemas por haber trabajado tantos años en la fábrica, y al final se acabó muriendo por culpa de los pulmones llenos de negro humo. Y a la señora Rosalía después de quince años todavía no se ha recuperado.

Pero hoy es un día muy especial por la escalera, es el cumpleaños de Rosalía y entre todos los vecinos hemos decidido regalarle un perro. Mi madre no se fía mucho de que lo pueda cuidar sola, pero no se ha negado a la propuesta porque cree que un poco de compañía le hará bien.
Le acabamos de dar el pequeño perrito y creo que es la primera vez desde hace mucho tiempo que la veo sonreír.

Ahora sólo espero que esto le ayude a superar su mal que ni el mejor de los médicos ha sabido curar.

Eva